Atravesando la iglesia llegamos al claustro del monasterio de Wamba en el que desde el siglo XII habitaron los caballeros de la orden de Malta (San Juan). Allí los monjes almacenaban los huesos de los habitantes fallecidos de aquellos lares, que como buenos cristianos deseaban que sus restos mortales fueran guardados en terreno santo.
Durante el paso de los siglos el volumen de huesos almacenados se fue incrementando tremendamente ante las grandes epidemias de peste negra que asolaron España (y Europa) durante el siglo XIV, especialmente con cadáveres de niños dada la elevadísima mortalidad infantil que existió durante toda la edad media.
El recinto conserva aún hoy en día algunos miles de esqueletos en una pequeña habitación, casi evocadora de esos perturbadores sueños de las obras de Lovecraft, que por un momento nos hace pensar que nos adentramos en un oscuro mundo lejos de la realidad. Justo a la entrada de esta estancia con paredes cubiertas por macabros mosaicos de cráneos y huesos, una inscripción reza:
Como te ves, yo me vi,
como me ves, te verás,
todo acaba en esto aquí
piénsalo y no pecarás.